Apenas nací tuve el cariño de mi mamá y de también el de mis dueños. Al principio para ellos no fui ningún perro, si no un humano más y parte de la familia. Con el tiempo empecé a crecer y mis dueños decidieron separarme de mi madre, y regalaron a alguien que me pudiera cuidar y dar amor, así fue, mis nuevos dueños me dieron mucho cariño, comida y cobijo, hasta que comenzaron a crecer mis dientes y jugando con mi dueño lamentablemente lo mordí, no puede controlar mi fuerza y terminé dañándole.

Pasaba el tiempo y empezaron a dejarme solo, ya nadie jugaba conmigo, me daban comida y después me echaban al patio. Un día me subieron a un auto, yo estaba muy nervioso porque no sabía a dónde nos dirigíamos, después llegamos a un parque y pensé que íbamos a jugar y de pronto auto se va rápidamente.

Nunca había sentido tanta pena, el abandono de parte de mis dueños fue uno de los peores dolores de mi vida.

Pasé días de inimaginable frío y hambre, buscaba alimentos en los basureros y al romper las bolsas, los humanos me maltrataban. Conocí a otros como yo, que habían vivido como reyes a manos de sus dueños, con amor, comida y calor. Todos pasamos de ser fundamentales en el hogar a una escoria en la sociedad, en un parásito, en algo que nadie quiere.

Un día corriendo junto a otros perros cruzamos una calle, yo iba al último y de pronto vi un auto de frente, yo pensé que se iba a detener, pero no lo hizo. El golpe terminó por quebrar una de mis patas, con dolor ladraba, pero poco a poco me desvanecía. Una hora de sufrimiento terminó con la ayuda de las personas. Pero una vez que mejoré, volví a estar abandonado.


Por: Sebastián Garcés
Editor: Jocelyn Martin

11/11/09

0 comentarios

Publicar un comentario

Nuestra Universidad

Nuestra Universidad
¡La comunicación mueve al mundo!

Editores Periodistas's Fan Box

Archivo del blog