Decir que alguien es vulnerable significa que puede ser herido, que se le puede dañar o perjudicar fácilmente, sin embargo, es todo lo contrario a quien se exhibe como fuerte, exitoso, sólido e verdadero. Es complicada esta situación, entonces, escribir sobre vulnerabilidad es muy difícil.

Corre opuesto con la tendencia, tan de nuestra época tartufo, que es mezcla de humildad con vanidad, trabajada en querer presentarse obscenamente como segura de sí misma aunque en verdad no lo sea.

Sugerir ser más sensibles de lo que aparentan es incursionar en el desliz social por excelencia, exige un coraje distinto es exponerse conscientemente a que, lo más probable, es que lo vuelvan a herir.

Hay una gota de masoquismo, por lo tanto, al hablar de la vulnerabilidad, se transforma en pecado al que no tiene la valentía de decir su nombre; y con esto se delata a los que no son tan virtuosos.

Los cuentos de Pablo Simonetti tratan sobre este tipo de debilidad, sus personajes están siempre al borde de que les ocurra lo más terrible, a veces ello pasa porque habiendo puesto tanto esfuerzo hasta ese entonces en auto engañarse y engañar a los demás, ya no pueden más, y estallan, agotados de la vida que simulan, basta que se presente la oportunidad ésa, y se desmoronan, su inestabilidad los mueven a un lado, pasan la raya, transgreden su autoimagen y rompen con la prudencia autoimpuesta.

El gran acierto de estos cuentos consiste en trazar la trama e ir creando el ambiente hasta que se produce por sí solo el desenlace. Su principal fuerte està en el suspenso. Simonetti sabe acumular tensión en sus personajes al punto que contagia al lector. Es este último quien, a modo de doble del personaje del cuento, se va despojando de todos sus prejuicios y defensas hasta él también quedar desnudo, Y quedar desnudo, como todos bien lo saben, es la indefensión máxima.

Lo más refrescantes de “Vidas vulnerables es el imperativo de honestidad que las inspira, en el mundo que recrea Simonetti hay algo ahí como que no calza, que incomoda o atormenta, y que a pesar de todas las apariencias tranquilizadoras puede en cualquier momento quebrarse. Dar con ese punto de inflexión pasa, sin embargo, por decir, de una vez por todas, las cosas por su nombre, Simonetti tiene otra gran virtud: su elegancia, el jugar con el voyerismo erotizante del lector, dejándolo que experimente por sí solo y no se limite a leer el libro y ya acabó.

Por: Valeria Sarabia
Editor: Jocelyn Martin

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