Iba camino a un largo viaje de sueños, luces de colores, cuentos de hadas, princesas y castillos, cuando en mitad de sueño irrumpe un pequeño niño de cabellos rubios que me cuestionó con gravedad ¿Que haces aquí? Pues yo, con toda sorpresa me quedo unos segundos en silencio y respondo: “bueno yo sólo estaba soñando creo”. No alcanzó a formular su segunda pregunta cuando me dan un ligero remezón y escucho, al frente de un museo que yo por cierto ya había visitado.


Seguí al grupo aún un poco somnolienta, nos dieron las instrucciones correspondientes, y nos hicieron pasar a una sala oscura donde nos mostrarían un video sobre el museo que luego veríamos, me senté en una de las butacas y puse atención al video, de repente a mi lado, escucho una vocecita, “Me gusta conocer sobre este mundo, es muy interesante, Miro hacia el lado y me encuentro de nuevo con este niño de cabello rubio, atónita le respondo ¿Qué haces tú aquí, se supone que sólo estás en mi sueños?, Él me responde bueno en realidad no, ¿Tú que ya visitaste este museo me acompañarías a recorrerlo?.

Salgo en cuclillas de la sala para que nadie me vea, abro y cierro la puerta de la sala con un cuidado único, pero al parecer nadie se da cuenta de mi ausencia, comienzo a darle un paseo por la sala de fósiles, vasijas antiguas, y tallados de nuestros antepasados. Producto de nuestra imaginación la sala se empieza a transformar en una ruca con toda la cultura precolombina en ella. Miro al exterior y veo a dos indios cazando para la cena, El Principito me mira con asombro y solo callamos. Nos decidimos a pasear por las demás rucas y encontramos mujeres haciendo telares, cuidando niños o cocinando lo que cazó uno de los hombres. No nos sentimos a gusto en esta época, así que decidimos cambiarnos de sala y pasar a las culturas Mesoamericanas y Área Andina. Damos un paso a la siguiente sala y todo se vuelve de color dorado, comenzamos a ver pequeñas estatuillas que representaban situaciones de dolor, estados de ánimos y enfermedades, estas comienzan a tomar vida, asustados por las figuras antropomorfas salimos corriendo de la sala y pasamos a Chile, paseándonos por la Conquista, Colonia, Independencia y Republica.

Esta sala sí era entretenida, tenía manuscritos de Pedro de Valdivia que datan de la época de la Conquista, armamentos con los que pelearon los españoles en nuestro país, monedas que se usaban en el siglo XVIII y acuarios con distintas escenas sobre batallas que comenzaban a tomar vida y a representar el lugar en conflicto, también estaba La Esmeralda flotando en el reducido mar de un acuario. El Principito cada vez más asombrado me pregunta: ¿En qué época estamos ahora? Yo le respondo “Pasemos al siguiente salón para que veas la evolución de las tecnologías y te mostraré los avances que ha tenido el mundo.

Entramos a un pabellón lleno de tocadiscos, máquinas de escribir y cámaras fotográficas, el cuarto se llena de música y de luces encandiladoras. Las maquinas se ponen a escribir los textos que no alcanzaron a terminar en su momento. Le muestro al Principito cada una de las máquinas y su evolución en el tiempo, él no tiene palabras para describir lo contento que estaba de tener más conocimiento sobre nuestro mundo… ¡Cata!, ¡Cata! Despierta hay que ir a recorrer el museo, me dice uno de mis compañeros, yo despierto de un golpe y le respondo: Pero, ¿cómo? ¡Si yo ya lo recorrí!


Por Catalina Thiele

Editora: Jocelyn Martin

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