Cuando era niña recuerdo haber ido a unas cabañas en Papudo, fui junto a mi madre, tíos y primos que tenían mi misma edad. Lo pasé increíble, a pesar de que Papudo no era uno de mis lugares predilectos; pero este reducto era fantástico, fascinante para cualquier niño. Lo que más me llamo la atención fue el paisaje, era un jardín tan lindo, había una variedad de flores amarillas que me encantaban, lo único que cuando corría entre medio de ellas, los pantalones me quedaban teñidos con polvo amarillo, pero fuera de eso me fascinaba.Había una pequeña colina y una vez mi primo dijo que había visto un zorro, recuerdo haberlo buscado, pero nunca lo encontré y mi primo tampoco lo volvió a ver.
Otro de los encantos que tenía este lugar, era que había una salida al mar, eso sí que era precioso, porque para llegar a la playa había que pasar por un caminito de tierra y alrededor de él estaba repleto de hermosas flores que tenían una diversidad inmensa de colores. El lugar me encanto, estuve aproximadamente cinco días allí, pero la estadía se me hizo muy corta, pues cada día que pasaba era más interesante que el anterior. Realmente, ha sido uno de los lugares más lindos que he visitado, tengo muy bellos recuerdos de haber estado allí con mi familia.
Después de ese espacial paseo, he regresado unas cuantas veces a Papudo, pero nunca he vuelto a ver un lugar tan encantador como aquél. Lo he intentado buscar, pero nunca lo he visto, aunque nunca he perdido la esperanza de un día regresar.
Por Marioli Baldecchi
Editora: Camila Lorenzini
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