Las palabras se endurecen, algunas no tienen la fortuna de salir a flote, la constancia y curiosidad lo llevaron a socavarse. Truman, Truman ¿dónde estás? Creo que estás lejos de aquí, cada vez que me pongo en tu lugar, mi mundo gira tormentosamente.


Sostengo un vaso lleno de whisky, ese líquido de color ámbar, me hace recordar tus ojos, esos que pudieron hablar con el alma, pero que luego de tu último libro quedaron en un silencio impenetrable. Hay días en que te encuentras presentes en todas mis conversaciones, no soy capaz de creer que tus letras te quitaron la vida.
Nunca logré conocer a los asesinos, quienes también te condenaron a muerte. Tengo la seguridad que tu infancia y las ausencias, fueron el complemento perfecto y que en torno al tiempo lograron evolucionar, y que tú nunca quisiste enfrentar.


Nadie nunca podrá hacernos caer en un libro como tú, conozco un ejército de idealistas que todavía se aterran al leer “A sangre fría”, pero lo más frío de tu legado fue tu ausencia.

No culpo a tu invisible madre, tampoco a los vicios, culpo a las emociones, las que son envolventes las que nos enfrentan al alma que no hacen escoger y nos terminan hiriendo. ¿Por qué todo esto no tuvo un final feliz? ¿Por qué Kansas y los asesinos, nos arrebataron a un amigo? Soy ineficiente para comprender las proezas del destino, tampoco soy útil, ni extravagante, no escribo con el alma y menos la comprendo. Truman Capote has sido el único que desde pequeño cultivó su arte, que encontró las puertas abiertas del mundo, pero cerradas las persianas de la igualdad, para ti fue un problema, uno de los tanto otros, que consagró a tu vida como el verdadero “best sellers”, el que nunca se vendió, pero que sería digno de ser estudiado por sicólogos.

Recogí pedazos de tu piel, de tu historia y lágrimas. Son como un tesoro para mí, como el que le robaron a la familia Clutter, pero que a mí nadie podrá quitármelos, se encuentran presos en mi mente, en mis sueños y en todas mis palabras.

Es difícil comprender que tú sombra te esté escribiendo, fui tu compañera más leal y la que te extraña todos los días, que no puede rehacer su vida, que se silencia al respirar el amargo aroma del abandono. Quien fue tu más ligera prosa, que aún te imagina, se despide hasta siempre.


Por: Óscar Ojeda
Editora: Jocelyn Martin

11/6/09

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