
Ella no tuvo una vida fácil, teniendo que enfrentarse desde muy pequeña a situaciones problemáticas, que siempre pudo llevar gracias a su simpatía y humildad.
Recuerdo esas noches en las cuales nos acostábamos a mirar televisión, lo que derivaba a una conversación sobre sus historias de vida y consejos.
Uno de los episodios que me marcó profundamente fue cuando iba en octavo básico. Pronto sería mi cumpleaños y me sentía muy feliz porque organizaríamos una fiesta y habría muchos invitados. Una semana antes de la fecha mi mamá tuvo que viajar a Punta Arenas, pues le había diagnosticado un cáncer cérvico y tenía que operarse de urgencia en esa ciudad.
La fiesta se canceló y tuve que faltar unos días a clases por los viajes que continuamente hacíamos al hospital.
Me sentía triste, preocupada y angustiada. Cuando veía a mi mamá postrada en cama no sabía qué decir, pero a pesar de su situación se veía muy alegre y me comentaba sobre las enfermeras, las otras señoras internadas, sobre su dieta y la pared de la sala que se desgastaba y caía lentamente.
Me impresionaba la manera en la cual mi madre se enfrentaba a su condición. Por suerte, el cáncer no se había propagado y después de unas semanas volvió a Natales, más delgada pero con muchas ganas de vivir y de organizar mi fiesta, a pesar de que ya había pasado mucho tiempo desde mi cumpleaños. La fiesta fue un éxito y mi madre siempre estuvo a mi lado, riéndose y compartiendo con mis amigos.
El año pasado, después de unos exámenes, el terror volvió a la familia, ya que el cáncer había reaparecido. En esta ocasión yo no pude viajar, ya que se venía un período de pruebas y trabajos, y si faltaba me atrasaría. Mi madre me prometió volver pronto, mientras yo caía en el miedo que años antes, me había acompañado.
Con la ayuda de mis amigos y las conversaciones que tenía con mi madre por teléfono, pude salir adelante. Ella volvió a Natales con esa sonrisa característica de su personalidad, agradeciéndoles a todos por su apoyo y volviendo al trabajo como si nada hubiese pasado.
A veces su felicidad y optimismo se desvanecían y lloraba desconsoladamente, pero no pensaba en su salud, sino en lo triste que sería no poder estar con nosotras.
Ella es mi ejemplo a seguir. Admiro su fortaleza y optimismo en los momentos más difíciles. Rescato su preocupación por los demás, dejando de lado su propio bienestar. Estoy orgullosa de ser su hija y, en estas letras, apreciar lo grandiosa que es mi madre.
Editora: María José Henríquez Donoso.
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