Mi vida, mi destino y mi misión era permanecer subordinado a las tareas policiales. Uno no elige nacer, pero si puede elegir su propio camino, y cómo terminarlo.


Nací sin nombre pero mis amos me pusieron Bernales. Soy un pastor alemán que fui entrenado durante toda mi niñez para atrapar ladrones, encontrar personas y ejercer labores policiales. Era una bonita tarea, pero el ambiente y la interrelación con los coroneles, tenientes y cabos era horrorosa.

No me alimentaban bien, nos hacían pelear entre nosotros e incluso nos utilizaban como objetos para sus actos de corrupción. No nos quedaba otra que obedecer.

Pero ¿Por qué yo quisiera hacer esto? Si esto es vivir ¿Por qué tendría que seguir haciéndolo? Decidí no vivir y elegir mi propio camino, y aunque la conciencia, el orgullo y el valor me jugaban en contra, simplemente corrí, tan lejos como pude.

Desde ese entonces me convertí en un perro callejero.

Descubrí otro mundo en donde solamente estaba subordinado a las reglas de mi propia vida y no a ordenes que modificaran mi esencia.

Podía correr, dormir todo el día si quisiese, recorrer lugares que jamás había visto, perseguir a los gatos, etc.

Quizás en el cuartel me odien o hayan puesto precio a mi cabeza, pero nunca sabrán ni conocerán el significado de la palabra libertad.

La calle ya tiene otro significado. Si antes creía que era un lugar que siendo orinado sería territorio de alguien, hoy creo que es un enorme laberinto de hermosos pasajes en donde cualquier can, como yo, puede pasear libremente, sin tener que escuchar fastidiosas órdenes ni retos.

Pero tanta libertad me pasó la cuenta, ya que cuando decidí perseguir a los autos para saber quien corría más rápido, uno de ellos me golpeó, inhabilitando de por vida mis patas traseras. Pero ¿Qué más da? Si la vida es una sola.


Por: Roberto Martínez
Editor: Jocelyn Martin


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